lunes, 28 de septiembre de 2015

El Medallón, número 1 en Amazon

Desde este rincón iremos desgranando detalles de la novela: sus personajes, lugares, épocas históricas... y por supuesto también los "gazapos", que pese a las labores de revisión acaban colándose en cualquier novela.


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¡El Medallón, número 1 de ventas en Amazon.es,
2º en México y 11º en USA en lengua extranjera!

Hoy día 28 de septiembre de 2015 dejo una entrada muy breve que sin embargo quizá sea la más importante del blog hasta el momento. Es para anunciaros que El Medallón de Santiago se ha colocado como número 1 de ventas Kindle en Amazon.es (cualquier categoría).


¡Y para rematar, es también número 2 en Amazon México...

... y  undécimo en USA en lengua extranjera! 

¡No puedo estar más contento!

sábado, 20 de junio de 2015

Andrei Vasilievich


PERSONAJES DEL MEDALLÓN: ANDREI VASILIEVICH


Hoy me ha dado por un secundario. Por algún motivo que tan sólo puedo intuir, siempre he sentido un cariño especial por el pueblo ruso. Quizá sea por ese carácter duro y a la vez conformista de sus gentes, que han sabido aceptar con resignación el destino que les ha tocado vivir. La historia reciente de Rusia, antes de la URSS, no ha sido precisamente un camino de rosas. El fin del zarismo, la Revolución Rusa, la II Guerra Mundial con sus varias decenas de millones de muertos, la feroz dictadura comunista de Stalin antes, durante y después de esa guerra, la Guerra Fría -eternos "malos" en las películas que arrasaban en Occidente-, y el desmembramiento final del sueño (más bien la pesadilla) comunista con la irrupción sin contemplaciones de capitalismo y sus peores consecuencias. Todo eso les ha tocado vivir en el último siglo. Y supongo que, si no venía ya de los siglos anteriores, semejante sucesión de acontecimientos, muertos, torturas y privaciones, terminó de conformar un carácter que, como decía, a mí personalmente me cautivó desde que comencé a relacionarme con ellos, hace casi una década. Duros, de trato difícil, jerárquicos, quizá más cargados aún de ideas preconcebidas que sus eternos antagonistas americanos. Pero también hospitalarios, ingeniosos, audaces, con un gran corazón que al final, más tarde o más temprano, terminan siempre abriéndote delante, eso sí, de unos cuantos vasos de vodka.
Así que tengo cariño a este secundario del Medallón, y muy especialmente a su ciudad de origen, donde pasé cerca de un mes en una de las aventuras espaciales que mejor sabor de boca me han dejado en todos estos años.

Imágenes de la ciudad de Samara, en Rusia.
"Nacido en la ciudad de Samara, en el suroeste de Rusia, a orillas de un inmenso Volga, era hijo de una enfermera y un suboficial del antiguo Ejército Rojo. Su padre Vasili, fallecido apenas un año antes de que él fuese contactado por la Logia, era un veterano de la Segunda Guerra Mundial, uno de los supervivientes de la cruenta batalla de Stalingrado, de donde era oriundo. Herido en los últimos envites de la misma, fue destinado después a un puesto mucho más cómodo y seguro en uno de los diversos organismos de gobierno soviético a los que dio cobijo Samara ¾entonces aún Kuibishev¾ durante la contienda. Quizá por su experiencia en aquellos difíciles días, Vasili había llegado a odiar por igual al régimen nazi y al líder de la entonces Unión Soviética Iosiv Visarionovich, Stalin, a todos sus mariscales y a su famosa estrategia del ni un paso atrás y el plomo soviético para quien no avanzara a una muerte segura contra las ametra-lladoras alemanas. Como decían entre bromas en las trincheras, te jodían por delante y te jodían por detrás; los alemanes lo primero y los propios camaradas lo segundo. Así que el padre de Andrei se cuidó mucho de inculcar a su hijo un espíritu crítico y una mente abierta. ¾No confíes nunca en profeta alguno, hijo, y huye de las grandes ideas¾, le decía. Sin duda las decenas de millones de muertos soviéticos de la guerra, las purgas de Stalin y sus gulags, y la cada vez más deteriorada situación económica del país en los años de la guerra fría y su ingente gasto militar, le habían hecho albergar algo más que un cierto escepticismo hacia esa utopía absurda llamada comunismo."

sábado, 18 de abril de 2015

La música del Medallón: Joaquín Sabina


LA MÚSICA DEL MEDALLÓN: JOAQUÍN SABINA

   No tengo una noción clara de cuándo comencé a amar las letras de Sabina. La cocina de mi madre, los viajes de Jaca a Zaragoza en un maltrecho R-12, fueron quizá los primeros escenarios imaginarios en que escuché su voz. En ellos aprendí de memoria, renglón a renglón, esa adivina, adivinanza mucho antes de tener edad para saber la respuesta. Un cuarto de siglo después, quién sabe si como homenaje inusitado, tomé mil copas en el desaparecido café Mandrágora, hoy con un nombre bien distinto. 
   
   Recuerdo unos finales de los ochenta y los primeros noventa empapados a menudo por su voz. Ya fuese golpeando las bolas de un billar, acompañado de un primer amor y soñando con las mil vidas que aún nos esperaban, ya saben, gitanito en la feria, tabernero en Dublín, ya fuese en la oscuridad más solitaria, recostada la cabeza en el hombro de la luna.

   Pronto llegaron mis primeros conciertos. Escenarios reales. El poeta por fin ante mí. La memoria me lleva a una plaza del Pilar abarrotada en extremo, rodeada de furgones azules al tiempo que una voz aún no tan rota y un coro de un millón de almas voceaban eso de ¡mucha, mucha policía! Y, poco después, quizá el mejor concierto de mi vida. Y, créanme, han sido muchos. Una gira ya mítica junto a unos Rodríguez en lo más alto. Tan alto habían subido, de la mano de esa “mujer del coco”, que apenas se sostuvieron treinta minutos bajo los focos, destrozando media docena de buenas canciones. Rozando el desastre, Sabina tomó el escenario. Y la noche cambió. Los pitos cesaron para dar paso a más de cuatro horas de un concierto inolvidable.

   Terminaron los noventa, dejando atrás los amores eternos de la primera juventud, esa en la que uno siempre se siente Gulliver en su personal país de los enanos, y comenzó la vida más real. Y lo hizo, caprichos del destino, en un mundo nuevo que se abriría allí donde se cruzan los caminos.

   Dejaba atrás demasiados juegos de romanos, quién sabe si una auténtica historia de incompatibilidad de caracteres, para verme de pronto viviendo mi particular eclipse de mar. Sabina lanzaba sus 500 noches, las mismas que yo quise dedicar a descubrir esta ciudad invivible, pero insustituible.

   Corrí cuando me lo dijo la tortuga, mentí piadosamente si fue necesario, y a menudo lo fue; vagué por mil bulevares de los sueños rotos, me gané más de un beso y más de un bofetón, descubrí el auténtico sonido del ruido, conocí a demasiadas princesas y Barbies superstar, entré mil veces en el bar de mis pecados, que fueron muchos, y pedí siempre otra copa de ron.  En mi año más oscuro en esta ciudad, conduje como un suicida aceptando todo salvo pastillas para no soñar, salí a la calle como un explorador y recorrí los mil bares de Antón Martín, Tirso de Molina, Sol, Gran Vía, Tribunal.

   Cien veces dije peor para el sol, y a menudo me sentí, según los amigos iban o venían, tan joven y tan viejo. Hasta que un día comprendí que ya no era ayer, sino mañana. Dejé entonces mi particular café de Nicanor y me decidí a buscar mi propia canción más hermosa del mundo. Y no tardé en encontrarla. Llegó con una morena bajita que no estaba mal y, apenas lo hizo, se instaló para siempre en mi vida

   Y en todo este tiempo, como no he dejado de hacerlo nunca, cuando me hablan del destino, cambio de conversación.

   Así que comprenderán que la poesía del maestro Sabina debía aparecer en mi primera novela. También, que me perdonen mis amigos de allá, que pese a mi amor por mis dos primeros hogares, Jaca y Zaragoza, hace años que dijera eso de yo me bajo en Atocha; yo me quedo en Madrid.






miércoles, 1 de abril de 2015

Monasterio de San Pedro de Cardeña, Burgos



LUGARES DEL MEDALLÓN: Monasterio de San Pedro de Cardeña, Burgos

En el largo deambular del medallón por la Historia, Burgos y sus inmediaciones ocupan un lugar especial. No sabría decir qué es exactamente lo que me cautivó de este monasterio de San Pedro de Cardeña, a escasa distancia de la increíble ciudad que es Burgos. Pero lo cierto es que tanto el paraje como sus muros encierran un encanto especial. Desde el primer momento tuve claro que ubicaría en él algunos de los pequeños pasajes "históricos" que, gota a gota, van rellenando las incómodas lagunas que persisten en la investigación de Bea y Mario, incapaces de desvelar por completo para el lector toda la verdad sobre el viaje del extraño amuleto. Aquí dejo dos breves fragmentos:

Monasterio de San Pedro de Cardeña, Burgos, 1103


Jimena Díaz paseaba con aire distraído por el gran patio, bajo la fachada del palacio que ya fuera su morada tiempo atrás, cuando su marido la dejara allí junto a sus dos hijas al cuidado del abad Sisebuto. Las piedras de aquel monasterio benedictino rezumaban historia tras más de dos siglos en pie; esa historia turbulenta de reinos cristianos y musulmanes que a ella y a su difunto esposo les había tocado vivir. Se había convertido sin duda en la viuda más popular de Castilla. Tan sólo un año hacía que había tenido que abandonar su querida Valencia, donde tanto y tan intensamente viviera junto a Rodrigo, el Campeador, vencida por las circunstancias y la presión almorávide. 
[...]
¾Realmente no soy yo quien reclama vuestro servicio, querido Diego, sino vuestro admirado amigo y mi difunto esposo.
¾No entiendo...
Un silencio incómodo, al menos para él, se hizo entre la pareja durante unos instantes mientras seguían andando camino del antiguo claustro del monasterio.
¾¿Tenéis conocimiento de lo que sucedió en este claustro que pisamos, hace más de dos cientos de años, don Diego?
Claustro de los mártires, monasterio de San Pedro de Cardeña.
¾No, mi señora ¾contestó impaciente, pues no era hombre de palabras sino de acción y no entendía la relación de esta pregunta con la llamada de Jimena.
¾Aquí fueron martirizados dos cientos de monjes por los invasores musulmanes. Por defender su religión, que es la nuestra.
¾No lo sabía, mi señora. Pero ¿qué tiene eso que ver con vuestra llamada?
¾El sacrificio, don Diego. El sacrificio es lo que tiene que ver [...].

* * * *

Monasterio de San Pedro de Cardeña, Burgos, 1808

¾¡Desenterrar un muerto! ¡Desenterrar un muerto! ¡Debe de parecerles que no tenemos nada mejor que hacer! ¾Quien así protestaba era el sargento de húsares Tascher mientras galopaba con un puñado de hombres¾ ¡Y nada menos que al jodido Cid! Estos españoles se revolverían como perros si lo supieran. Más vale que no haya problemas en ese monasterio...
[...]
       Ciertamente se trataba de una construcción hermosa, de colores llamativos, con dos perfectas filas de ventanas extendiéndose a cada lado del retablo principal y sendas torres a los extremos limitando, casi abrazando, la fachada. Sólo una cosa llamó su atención más que la propia edificación: reinaba allí un silencio sepulcral.
         [...]
Avanzaron hasta la puerta de madera rojiza. El sargento la empujó con fuerza pero ésta no cedió. Le propinó un par de fuertes aldabonazos y esperó. La única respuesta fue un silencio aún más intenso, acrecentado quizá por su propio desconcierto. No esperaba encontrar el lugar deshabitado, pero ésa aparentaba ser su situación.
[...]
De aquella pequeña e inesperada visita cultural, Ricard recordaría tiempo después el acogedor claustro de estilo románico, sus capiteles de roja arenisca, la quietud casi opresiva de su atmósfera, el recogimiento al que invitaban sus arcadas de dovelas a dos colores. Y en contraste con él, la imponente torre de planta cuadrada que acompañaba a la iglesia, las elegantes pero siniestras gárgolas que sustentaban los cuatro pináculos de su cima. Bajo ellos, diferentes secciones de al menos dos épocas claramente diferenciadas se fundían en la torre con singular maestría.
Fachada principal del Monasterio de San Pedro de Cardeña, en Burgos

lunes, 30 de marzo de 2015

Símbolos caídos


LA HISTORIA DEL MEDALLÓN: símbolos caídos


En una entrada anterior explicaba la sorpresa que me supuso que la Editorial NEVERLAND contactara conmigo sin haber recibido siquiera un fragmento de mi novela. Ese interés vino motivado por unas breves columnas de opinión que les envié a modo de muestra, vestigios de mi antigua actividad como columnista en cierto periódico digital.
Aquí dejo el segundo de aquellos textos. Al igual que su predecesor, el tema tratado tiene bastante que ver con la época histórica en torno a la que gira el Medallón. O más bien con la herencia que ésta nos dejó: la Guerra Fría. Y también de la misma forma, creo que en absoluto ha perdido vigencia. 

Sección Nacional - Columnas de Opinión

Ignacio Arruego | Martes, 28 de marzo de 2006

"Símbolos caídos"

   La pasada semana se produjo la demolición de las instalaciones de Radio Liberty en la playa de Pals, Gerona. Me impresionó la imagen de esas enormes antenas de onda larga, blancas y rojas, envueltas en una nube de polvo al tiempo que caían. No era una demolición cualquiera. La de un edificio que incumpliese la ley de costas, por ejemplo. Claro que de éstas no se ve ni una. No interesa. Era algo más: la caída de todo un símbolo de otra época.

Antenas de Radio Liberty en Gerona, durante su demolición en el año 2006
   Radio Liberty nace a mediados de los cincuenta, en pleno clima de tensión entre las dos potencias supervivientes de la II Guerra Mundial: Estados Unidos y la Unión Soviética. Financiada por la CIA y puesta en manos del AMCOMLIB (American Comittee for Liberation from Bolchevism), fue este organismo quien decidió su localización en la costa gerundense, por las especiales características del terreno y la presencia del mar Mediterráneo, que favorecían la radio-propagación hacia el este de Europa y la URSS. Su objetivo, como es fácil imaginar, era realizar emisiones propagandísticas anti-comunistas.

   En aquella época España empezaba a abandonar tímidamente el aislamiento internacional en que llevaba sumida la última década. Al término de la citada guerra, la recién creada ONU se mostró esquiva con nuestro país. Entre otras razones por la oposición de EEUU a integrar en ella un régimen dictatorial europeo como el de Franco. Pero, paradojas de la vida, diez años más tarde el detestable generalillo español podía convertirse en un punto de apoyo en la lucha de los adalides del mundo libre contra el terror comunista. De pronto la identidad del verdadero enemigo, del auténtico peligro, aparecía nítida en la mente de los estadounidenses. Y España se presentaba como un enclave geoestratégico de indudable importancia. La falta de libertad, la represión, en fin, la barbarie del franquismo, quedaban relegadas a un segundo plano.

   Así que en 1953 se firma el tratado de cooperación en virtud del cual Franco recibe diversas ayudas económicas, a cambio de permitir la instalación de bases militares norteamericanas en su territorio. La resolución de la ONU que desde 1946 aconsejaba la retirada de embajadores de España es revocada, y finalmente el país es aceptado en la Organización dos años más tarde. Los estadounidenses obtuvieron a cambio un lugar privilegiado donde aparcar sus aviones. Y obviamente no sólo eso.

   Conque la destrucción de esas tremendas antenas es quizá algo más de lo que parece a simple vista. El franquismo acabó, o más bien murió. El comunismo demostró por sí mismo al mundo lo que era obvio, es decir, su naturaleza de utopía absurda en el mejor de los casos, y un día amaneció un mundo en el que la antigua Unión Soviética de descomponía y los fragmentos del otrora temible muro de Berlín servían como decoración o recuerdo macabros. Y Radio Liberty dejó de tener sentido. A mediados de 2001 la emisora dejaba de transmitir.

   Puede que haya terminado una era. Que los últimos vestigios de la misma vayan cayendo uno a uno paulatinamente. Sin embargo el cambio de actitud de Estados Unidos, el giro de ciento ochenta grados dado en apenas unos años, no es algo exclusivo de aquel tiempo ni de aquel país; bien lo sabemos hoy. Vivimos en un mundo en el que, para la mayoría de las personas, el fin justifica los medios. Un mundo en el que un mal mayor resta importancia a uno menor. Y por supuesto un mundo donde el dinero en todas sus formas, papel, metal o petróleo, rige el destino de millones de personas; de decenas de países. Y el juego de intereses creados que a fin de cuentas es la alta política internacional, ha convertido aquel organismo, la ONU que nació con tan buenas intenciones, en un circo de tres pistas con varios domadores.

   Pero ese mundo sigue girando y las guerras azotándolo en una u otra latitud. Aunque como todos sabemos, no todas las latitudes valen lo mismo. Ni nos importa. Así pues no parece que hayamos aprendido gran cosa. Quizá una última mirada atrás, al símbolo caído de lo que fueron las torres de Liberty, no esté de más estos días.

domingo, 22 de marzo de 2015

La muerte acecha a Beatriz


PASAJES DEL MEDALLÓN: LA MUERTE ACECHA A BEATRIZ
Si en un pasaje anterior el medallón atormentaba los sueños de Francesco de Melzi, cuatro siglos más tarde hará lo mismo con los de Beatriz, la protagonista principal de la novela. En su pesadilla aparecen algunas de las claves de la historia más reciente del extraño amuleto.


"Bea se encontraba lejos. Caminaba por un oscuro callejón del barrio latino de París, acompañada por una figura tenebrosa enfundada en una túnica negra como el carbón. Por más que lo intentaba, no conseguía distinguir su rostro entre los pliegues de una capucha exageradamente grande. Tan sólo dos puntos de luz de un azul intenso, relampagueando allí donde debieran estar los ojos, parecían poblar el interior de aquella especie de capirote. Pensó que se trataba de la muerte que la reclamaba. Pese a ello continuó andando a su lado, sin saber por qué, dócilmente guiada por los pasos de aquel ente sobrenatural, esperando ver caer la guadaña de un momento a otro, casi deseando que llegase ese instante en que cercenase su cabeza y la separase del tronco, alejándola de un mundo que se le antojaba triste y amenazador, librándola de ese dolor que, aunque ignorante de su origen, atenazaba su alma. Sin embargo nada ocurrió; el ente no hizo movimiento alguno. Tan sólo siguió avanzando, adentrándose en el callejón, deslizándose sobre un adoquinado antiguo como las entrañas de aquella ciudad, sin movimiento aparente de sus extremidades. De pronto el callejón terminó de golpe, sin previo aviso, para ir a desembocar en una plaza de planta triangular, una especie de plaza de armas delimitada por un edificio cuyas paredes de piedra le resultaron familiares. Una espesa niebla lo cubría todo, empapando el ambiente, impidiéndole en un primer momento identificar detalle alguno que hiciera reconocible aquel tétrico lugar. Poco a poco, conforme avanzaban hacia el centro del triángulo, la niebla se fue disolviendo, apartándose para desaparecer en las alturas al paso de aquella figura oscura que la guiaba. Comenzó a adivinar algunas formas. Decenas de ventanas cuadradas rompían la fachada en hileras perfectamente organizadas, cada una de ellas iluminada tenuemente por la luz de un cirio negro. Miles de sombras amarillentas se proyectaban a lo largo y ancho de las tres fachadas que ahora veía perfectamente desde el mismo centro de aquel triángulo macabro: Wewelsburg. Entonces la figura se detuvo y volvió hacia ella lo que debiera haber sido una cara, que no era más que una espesa negrura, hasta casi rozarla con el pliegue de su capucha. Los dos puntos azules proyectaron su fría luz sobre ella, directamente enfocados a sus ojos. Levantó un brazo y señaló hacia la parte más alta de la que parecía ser la fachada principal. Beatriz alzó la cabeza y dirigió su mirada allí donde apuntaba la mano desnuda, carente de carne, de la que emergía amenazante un dedo largo de huesos blancos como la leche. Beatriz quiso gritar, pero la asfixiante atmósfera del lugar se lo impidió. Apenas lograba llenar los pulmones del suficiente aire como para mantener una respiración que ya de por sí era entrecortada y costosa como la de un anciano. Expulsó todo el aire que llevaba dentro pero ningún sonido salió de su boca. Cayó al suelo agotada, boqueando como un pez fuera del agua, tratando de recuperar el resuello. Sobre ella, docenas de banderas rojas con las runas Sigel destacando en negro sobre un círculo blanco, ondeaban orgullosas movidas por un viento inexistente. Del mástil de la mayor de ellas, justo sobre la puerta principal, colgaba..." 

miércoles, 18 de febrero de 2015

Aguas Tuertas


LUGARES DEL MEDALLÓN: una excursión por el Pirineo

       

      En el fin de semana que pasan en la localidad de Jaca, antes de emprender su viaje por Europa, Mario y Bea realizan una pequeña excursión por el vecino valle de Hecho, más al oeste. Tras visitar el monasterio de Siresa, dejan el coche a un lado para seguir el curso del agua hasta el espectacular paraje de "Aguas Tuertas":


Valle de Aguas Tuertas, en el Pirineo oscense
    "Al principio se trataba de seguir una pista ancha y de escasa pendiente. Corría paralela al curso de las aguas en su rumbo este-oeste, camino del valle principal que las llevaría al sur. Tras unos treinta minutos largos de suave caminata, con algunos restos de la nieve del invierno acumulados a su alrededor, la pista se convertía en un estrecho sendero que tomaba sentido ascendente y forzaba un tanto la pendiente y el esfuerzo necesario para transitar por él [...]. 
     A los pocos metros, la nieve dejó de ser meramente testimonial para estar por todas partes, cubriendo por completo el paisaje. Aproximadamente medio metro de espesor, bastante dura por arriba pero también bajo la superficie, gracias a lo cual sus pisadas no llegaban a hundirse más de unos veinte centímetros. Tras otra media hora de dirigir sus pasos hacia arriba, alcanzaron una pequeña cabaña de pastores y de pronto un amplio valle se abrió ante ellos. Ninguno de los chicos había estado antes allí en época de nieve. La imagen era completamente diferente de la que podía verse en verano. Un espeso e inmaculado manto blanco cubría el valle, una amplia extensión de escasa pendiente rodeada por impresionantes moles, también escarchadas, y jalonada por un curso de agua que bajaba serpenteante, dibujando grandes meandros desde el fondo del valle a unos kilómetros de distancia. No se oía ni un alma. El silencio del invierno reinaba aún en ese paraje helado con la primavera a la vuelta de la esquina."