miércoles, 18 de febrero de 2015

Aguas Tuertas


LUGARES DEL MEDALLÓN: una excursión por el Pirineo

       

      En el fin de semana que pasan en la localidad de Jaca, antes de emprender su viaje por Europa, Mario y Bea realizan una pequeña excursión por el vecino valle de Hecho, más al oeste. Tras visitar el monasterio de Siresa, dejan el coche a un lado para seguir el curso del agua hasta el espectacular paraje de "Aguas Tuertas":


Valle de Aguas Tuertas, en el Pirineo oscense
    "Al principio se trataba de seguir una pista ancha y de escasa pendiente. Corría paralela al curso de las aguas en su rumbo este-oeste, camino del valle principal que las llevaría al sur. Tras unos treinta minutos largos de suave caminata, con algunos restos de la nieve del invierno acumulados a su alrededor, la pista se convertía en un estrecho sendero que tomaba sentido ascendente y forzaba un tanto la pendiente y el esfuerzo necesario para transitar por él [...]. 
     A los pocos metros, la nieve dejó de ser meramente testimonial para estar por todas partes, cubriendo por completo el paisaje. Aproximadamente medio metro de espesor, bastante dura por arriba pero también bajo la superficie, gracias a lo cual sus pisadas no llegaban a hundirse más de unos veinte centímetros. Tras otra media hora de dirigir sus pasos hacia arriba, alcanzaron una pequeña cabaña de pastores y de pronto un amplio valle se abrió ante ellos. Ninguno de los chicos había estado antes allí en época de nieve. La imagen era completamente diferente de la que podía verse en verano. Un espeso e inmaculado manto blanco cubría el valle, una amplia extensión de escasa pendiente rodeada por impresionantes moles, también escarchadas, y jalonada por un curso de agua que bajaba serpenteante, dibujando grandes meandros desde el fondo del valle a unos kilómetros de distancia. No se oía ni un alma. El silencio del invierno reinaba aún en ese paraje helado con la primavera a la vuelta de la esquina."

sábado, 7 de febrero de 2015

Bares, qué lugares


LUGARES DEL MEDALLÓN: Bares, qué lugares

   
   Sí, lo reconozco. Lo digo siempre y lo manifiesto a través de los personajes principales de mi novela: me encantan los bares. Siempre he sido un noctámbulo y aunque, como todos, vaya notando el peso de los años, cerrar bares allí donde voy sigue siendo mi deporte favorito.
   No negaré que la cosa encierra sus paradojas y cuenta con numerosos detractores. Quienes viven en una típica zona de bares española, sufren lo indecible por culpa de quienes no saben comportarse mínimamente cuando atraviesan la puerta del local y salen a la calle. Y seamos sinceros, con dieciséis o veinte años todos hemos pecado de ello en más de una ocasión. 
   Yo mismo viví durante años encima de una sala de conciertos madrileña. Y sufrí el comportamiento de muchos de sus clientes, que en este caso, lamentablemente, pasaban de la treintena aunque a menudo lo disimularan más que bien.

Barras de bar: las auténticas redes sociales, mucho
antes de las redes sociales
   Zaragoza, donde transcurre buena parte de esta novela, tuvo su época de esplendor en eso de la marcha nocturna. Corrían los años noventa y tuve la suerte de disfrutar de ella. Luego vino un cierto cambio generacional, las redes sociales, el botellón, los precios abusivos (especialmente con el euro), y como remate, la crisis. Y ya nada de aquello volvió a ser lo que era.  

   Aquí queda este pequeño pasaje del Medallón para los nostálgicos de aquellas noches sin fin.


  "  Recordó aquellas noches interminables de Zaragoza. Primero un bocadillo en cualquier bar cercano a su zona, en el abarrotado Patio de Fran, o en el Dirham si habían decidido pasarse antes por La Estación del Silencio en aquellos años en que los Héroes aún no eran historia sino presente. Después al Rollo, donde la noche se abría a mil posibilidades. [...] A las tres y media o así, solían echar a andar ya entre tumbos y risas etílicas, hacia el casco antiguo. Allí les esperaban La Recogida, El Marqués, El Licenciado, Corto Maltés y tantos otros bares cuyos nombres casi sonaban ya míticos a sus oídos [...]. 
         Siempre había sentido un amor especial por los bares [...]. En ellos habían crecido, hecho amigos, reído y bebido hasta no tenerse en pie. También sufrieron desengaños o se enamoraron locamente. Se habían iniciado en el sexo, cometido excesos y, en definitiva, pasado horas y horas de las largas noches de España. En ellos, más que en cualquier otro lugar, habían crecido; finalmente habían crecido [...]. 
         Se había llevado una auténtica decepción al regresar a Zaragoza tanto tiempo después y hallar desaparecidos algunos antros que para él habían sido auténticos templos de la vida nocturna.    "

domingo, 1 de febrero de 2015

Friedrich Kurt


PERSONAJES DEL MEDALLÓN: FRIEDRICH KURT

Fiedrich Kurt es un antiguo miembro de las SS que dirige un conglomerado de sociedades y empresas herederas del régimen Nazi. Su interés por el medallón del Apóstol Santiago le hace estar dispuesto incluso a matar por él. Beatriz y Mario, en su viaje tras la pista del amuleto, estarán en su punto de mira.

       "Cumplía con todos los requisitos físicos, raciales y de ascendencia, impuestos por la cúpula de las SS para pertenecer a esa élite de soldados a los que el propio Hitler confiaba su vida. Aquellos primeros años le habían parecido heroicos. Guardia de corps de ese hombre que sacaría a Alemania de su inmerecido pozo y la encumbraría al lugar que merecía en Europa, en el mundo y en la Historia. El famoso Leibstandarte-SS "Adolf Hitler" había sido su primer hogar, más allá del paterno. Allí había hecho buenos amigos, de esos que uno juzga inseparables, que le hacen creer que siempre estarán allí cuando se los necesite; de esos en los que uno deposita una fe ciega y a prueba de balas. Luego llegan la guerra y sus lecciones, lecciones rara vez aprehendidas por nadie, por nadie que importe al menos, que pueda evitar que se repitan en un futuro próximo, y te enseñan que nada es a prueba de balas, que los amigos inseparables pueden irse para siempre de tu lado en mitad de un pantano insalubre, en una playa de mar negro y cielo gris, o en una llanura helada donde el frío se cuela irremediablemente entre los pliegues de la ropa. Pero todo eso aún tardaría en llegar. Porque el destino es caprichoso y juega con las ilusiones, las esperanzas y las vidas de los hombres, dejándolos primero subir a lo más alto, haciéndoles sentir invencibles, los mejores entre los mejores, para luego arrebatarles todo de un solo golpe. Así que aquellos años de desfiles, de ceremonias, de uniformes impecables, de sentirse importante, de creerse parte de la Historia con mayúsculas, de la presente y de la que contribuiría a forjar, jugaron su papel y devolvieron al joven Friedrich la esperanza perdida en el futuro de su gran nación.
       También para su familia fue una época dorada. Su padre, lisiado por la herida recibida en una pierna durante el asalto a una trinchera enemiga en la Gran Guerra, había entrado a formar parte de aquella especie de sociedad de las SS llamados Miembros Patrocinadores [...]. Nunca en su cabeza ni en la de sus hijos, especialmente en la del menor, Friedrich, prendió la más mínima chispa de duda acerca de lo que estaban haciendo. Los discursos radicales sobre la supremacía de su raza aria, sobre la necesidad de ese "espacio vital" que el nazismo reclamaba para ellos, el rearme paulatino al principio y feroz tras las elecciones del treinta y tres y la llegada al poder del partido nazi, el antisemitismo cada vez más extremo, el progresivo control de todos los medios de comunicación, la implantación del estado policial; todo ello siempre le pareció algo lógico, natural, necesario incluso y justo sin duda. Nunca se planteó, ni por tanto procuró que se plantearan sus hijos, que pudiera haber alguna distorsión de la realidad por parte de aquella cúpula de iluminados, algún mensaje demagógico entre tanta arenga patriótica y racial, alguna culpa mal asignada o asignada gratuitamente. Así que las SS se convirtieron en su nueva gran familia."